Josefina Arancibia C., fundadora de FOCO y profesora de los programas de Ingeniería UC: Diplomado en Gestión de Operaciones (incluye enfoque Lean), Diplomado en Lean Project Management, y Diplomado en Liderazgo y Gestión Lean.

A través de los años me he dedicado a realizar y acompañar procesos de coaching y transformaciones en equipos y personas, que me han permitido observar un factor que definiría como la piedra angular de cualquier proceso de cambio, una variable predictiva de éxito o fracaso, no importa el nivel de complejidad ni la situación a la que nos estemos refiriendo.

Durante las clases que realizo en la Pontificia Universidad Católica de Chile, les pido a los participantes que visualicen un proceso de cambio que estén experimentando dentro de sus organizaciones o en su vidas personales y les pregunto: ¿Qué hizo que este cambio comenzara a producirse?. En general aparecen dos tipos de personas, las que mencionan que son ellas las que han ido promoviendo y son causantes del proceso de transformación, donde a pesar de no encontrarse en un estado de comodidad, lo perciben como un fenómeno necesario para evolucionar. Y, por otra parte, están aquellas personas que sienten que los cambios son impuestos, porque la elección no depende de ellos, sino de otros. Un clásico ejemplo que me toca escuchar durante los procesos de coaching es, “Tengo el trabajo que tengo porque no puedo optar a otro, aunque si fuera por mi, estaría en otra parte”. Estos dos tipos de comportamientos fluctúan en cada persona durante toda su vida, en una elección permanente entre ser protagonista o ser víctima de cada decisión, que generan patrones de comportamiento, que se instauran como un “chip” que conduce al empoderamiento o a una pérdida de libertad que deriva en comportamientos disfuncionales.

Llevar el “poder hacer” al interior es una tarea primordial, quizás previo a otras tareas humanas tales como aprender a leer o escribir. Define una postura frente a la vida, y un estilo en la toma de decisiones, sin desconocer que el libre albedrío se ve supeditado a un contexto, a una situación determinada donde influyen diferentes factores, sin embargo siempre se puede tomar las riendas de la propia existencia y comprender que toda decisión parte por responsabilizarse de ella.

A partir de diferentes intervenciones se identificaron 4 roles/ personajes que se presentan a la base de toda decisión, y que derivan en diferentes tipos de comportamientos:

Protagonista: Persona que atribuye el poder a causas internas, percibe que está en ella la capacidad de elegir y transformarse. Este tipo de persona está consciente de que para esto necesita sanar heridas pasadas, observa y reconoce sus capacidades, y las usa para enfrentar diferentes situaciones. Así mismo está en conocimiento que puede ayudar a otros, sin hacerse cargo de responsabilidades y mochilas ajenas. Estas personas gozan de su libertad más allá del costo que implique, y será el factor más relevante de considerar a la hora de decidir.

Víctima: Comportamiento que responde a personas que han aprendido que no está en ellos escoger, que no son dignos o que no depende directamente de ellos. A la base existe la siguiente creencia arraigada: “No puedo escoger, ya que no depende de mi”. Al derivar el poder hacia otros, percibe que los demás son los responsables o culpables de sus acontecimientos, ubicándolo en una posición de “indefenso(a)” frente al mundo. Ser víctima implica una pérdida de libertad, y entregarla a los demás, sin embargo, proporciona comodidad y una resistencia al cambio. Acto peligroso cuando se trata de decisiones personales y profundas. No sólo nos encontramos con personas que cuentan con un comportamiento así, sino con sistemas y culturas que han aprendido este patrón de funcionamiento. Eliminar este comportamiento es un desafío arduo.

Síndrome del héroe: Comportamiento de personas híper responsables, que han sido protagonistas a lo largo de sus vidas, sin embargo, creen que pueden solucionar y hacer el trabajo de todos los que lo rodean. Aquí la creencia arraigada es: “Tengo que salvar al mundo, ya que nadie más lo hará por ellos”. A la base de este tipo de comportamientos existe un sentimiento profundo de soledad, de sentirse poco apoyado por su propia red, donde ha tenido que desplegar diferentes hazañas para salir victorioso de cada situación, empujando y llevando mochilas ajenas que no le pertenecen. Personas que viven agotadas de tanto peso, sin embargo, creen que es la misión de su vida. El problema es que hay tareas internas que corresponden a cada persona y por más esfuerzo que se haga no se pueden realizar por otro. El desafío de estas personas será trabajar el ego y su humildad.

Vampiro energético / Comportamiento tóxico: Personas que por diferentes razones no han trabajado en sus heridas personales y junto con eso han atribuido la causa de todos sus problemas y males al mundo. Son personas que están profundamente dañadas y no han realizado un proceso de sanación interna. Los demás son culpables de todo lo que les ocurre y sienten que por esa razón el mundo tiene que pagar el costo de lo que le ha tocado vivir. Son personas que generan lástima, que irrumpen en la tranquilidad de los demás. Buscan personas que sean sus basureros para poder vaciar todos sus males y tristezas, para luego desecharla. Este tipo de personas se comportan de distintas maneras, de una forma solapada para desplegar sus artimañas en las personas y equipos. Se sugiere tenerlas muy distantes para no contaminarse de sentimientos negativos. Han optado por cerrar toda posibilidad a generar un proceso de transformación desde su propia libertad.

A partir de estos roles y personajes anteriormente descritos, nos vamos conectando con ellos en diferentes momentos de la vida, y podemos caer en la trampa de creer que son parte de nuestra forma de ser. Sin embargo, hay que tener presente que nuestro verdadero yo siempre estará asociado a nuestro “protagonista”, que nos entregará la libertad necesaria para tomar decisiones genuinas desde el interior.