EDITORIAL
Claudia Halabí, Directora de Educación Profesional de Ingeniería UC.
Ph.D. en Economía, U. de Georgia. Ingeniero Comercial y Economista, U. de Chile.

Día a día se vive en algún ámbito, o de alguna forma, el considerable impacto que generan las empresas. Dentro de sus fronteras, las actividades afectan a dueños y colaboradores; fuera de ella, a proveedores, clientes, comunidades, competidores, sistema financiero y Estado, entre otros (lo que se conoce como stakeholders). Por esta razón, en cualquier entorno, las firmas tienen eventualmente un rol para contribuir a la solución de los problemas sociales y económicos. Así y todo, el incentivo que mueve a las empresas privadas es el logro de un resultado económico para sus dueños. Por ello, es importante que se diseñe con claridad una estrategia que le permita sobrepasar a la competencia y obtener retornos económicos, pero que sea compatible con la responsabilidad social y ambiental, beneficiando al entorno y a sus stakeholders.

Ahora bien, por muy buena que sea la intención de cualquier organización, no es fácil determinar las prioridades respecto al cómo contribuir al entorno, en términos de que en un mundo perfecto la asignación de recursos debiera dirigirse hacia actividades que generen mayor beneficio social.  Además, las preferencias de una sociedad están en constante cambio y las empresas carecen de una bola mágica para corregir los problemas de información asimétrica o imperfecta. Entonces el desafío es incrementar el valor de la empresa, causando al mismo tiempo un impacto social positivo y relevante.

Uno de caminos más tradicionales y efectivos es contribuir a la educación de las personas, y si estas personas trabajan para agregar valor a la organización, el beneficio no solo es mutuo, sino que también genera efectos externos de gran magnitud.

Entonces, fomentar el aprendizaje continuo de los colaboradores, hasta convertirse en una capacidad estratégica de la empresa, podría situarla en una posición privilegiada, no solo para sus dueños, sino que también para quien se integre a ella, y para la sociedad.

Colaboradores más comprometidos y preparados, que posean habilidades únicas, acumulativas y cada vez más difíciles de replicar por los competidores pueden, sin duda, constituir una fuente sostenible de ventaja competitiva. Eso sí, se debe trabajar en forma permanente para mantener esta asimetría con los competidores, de forma tal, que siempre se lleve la delantera.

No hay que olvidar que son los colaboradores quienes conducen día a día la innovación en productos con mayor valor agregado y/o procesos para las mejoras en productividad y eficiencia, todo lo cual genera potencialmente beneficios económicos. El aprendizaje continuo en la organización implica permanentemente formar a estos colaboradores con nuevas capacidades que no solo benefician a los dueños de las empresas, sino que, al mismo tiempo, facilitan la realización personal y avance profesional de las personas.

El efecto en el resultado de la última línea puede no ser evidente en el corto plazo, especialmente porque capacitar a los colaboradores tiene un costo, y el retorno de la inversión no es fácil de calcular en forma directa. Sin embargo, junto a los demás activos distintivos de la organización, el aprendizaje continuo como capacidad estratégica puede constituir un valioso recurso para el éxito no solo de la empresa, sino que de sus stakeholders.

Resumiendo, lograr un equipo de personas potente y comprometidas impactará el negocio con mejores resultados económicos y sociales. Para estos efectos, Educación Profesional trabaja con las compañías para preparar programas de desarrollo corporativo a medida, de acuerdo a los objetivos de sus directivos y en armonía con la visión, misión y estrategia única de cada una. Están a la vanguardia del conocimiento y tecnología, y se diseñan con metodologías prácticas, cuyos resultados se reflejen directamente en los KPIs. El enfoque no es solo tecnológico, sino que también humano y multidisciplinario. Y las personas que cursan estos programas corporativos han mostrado muy buenos resultados, aumentando su compromiso, empoderándose en sus roles, y mejorando la calidad de vida de todos. Mejorar la productividad de las empresas, a través de la formación de colaboradores, es un camino robusto para avanzar hacia un mayor nivel de desarrollo