COLUMNA DE OPINIÓN
Por Jaime Navón C., Ph.D. Computer Science, University of North Carolina at Chapel Hill. Jefe de varios diplomados de Educación Profesional de la Escuela de Ingeniería, entre ellos el Diplomado en Computación en la nube (Cloud Computing).

La nube ha ganado. Lo que hace unos años se consideraba como opción interesante o para el futuro, hoy se ha constituido como el paradigma preferente en la mayoría de las organizaciones. La razón esencial de esto tiene una lógica irrebatible.

Ese notebook en el que usted trabaja normalmente usa en promedio el 10% del procesador, 60% de la memoria y 20% del ancho de banda disponible. Si una organización es grande, puede haber cientos o hasta miles de estaciones de trabajo que se subutilizan. Si vamos más allá, en el datacenter de la organización habrá decenas de servidores web, servidores de correo, servidores de bases de datos, etc. que tampoco se utilizan en un 100% simplemente porque deben estar preparados para soportar la carga en la peor hora o el peor escenario.

La computación en la nube (cloud computing) es un modelo que permite habilitar el acceso ubicuo, conveniente y on-demand a un pool de recursos computacionales (servidores, almacenamiento, redes y servicios) que puede ser rápidamente aprovisionados y liberados con un esfuerzo mínimo de gestión o interacción con el proveedor del servicio.

Las siguientes características han hecho finalmente que este modelo haya terminado imponiéndose: on-demand (no requiero contratar lo que no necesito ahora), elasticidad instantánea (puedo agregar o sacar capacidad en forma muy rápida), y provisión medida de los servicios (se paga por lo que se usa).

En el mundo de las TI se habla de un servicio como una colección de sistemas, componentes y recursos que trabajan en forma conjunta para entregar algo de valor para los usuarios. Los parámetros relevantes de un servicio son el costo y el acuerdo de nivel de servicio (SLA) que actúan como un contrato.

Dependiendo del nivel de abstracción que se use entre el usuario y el proveedor del servicio se han identificado a lo menos tres tipos de servicio en la nube. Supongamos que una flamante startup quiere contratar la tecnología con una empresa de TI. La startup podría manejarlo en un nivel en que indica el tipo de hardware, el sistema operativo, la memoria, etc. Un nivel un poco superior sería solo especificar el software que necesita y dejar que la empresa de TI decida el resto. Finalmente podría ponerse de acuerdo solo en los datos de entrada y lo que se espera en los datos de resultado.

Al primer tipo se le llama Infraestructura como Servicio (IaaS) y lo que se acuerda es sobre servicios de hardware como máquinas, almacenamiento, redes, etc.  El nivel inmediatamente superior da origen a lo que se conoce como Plataforma como Servicio (PaaS) y en este caso el proveedor entrega una plataforma que incluye el hardware, el sistema operativo y software de apoyo necesario. Si al startup solo le interesa que la empresa pueda funcionar sin enterarse de los detalles técnicos lo que recibe es simplemente una interfaz web que le permite interactuar con la solución tecnológica y esto se le denomina Software como Servicio (SaaS).

La adopción de la nube está ocasionando cambios importantes en la forma de trabajar. Por ejemplo, muchas organizaciones están reemplazando las estaciones de trabajo (laptops o desktops) por máquinas que no tienen aplicaciones instaladas, simplificando en forma muy significativa el trabajo de mantención y soporte de las estaciones de trabajo. La otra ventaja es la ubicuidad de las aplicaciones. Nuevamente se termina la necesidad de acceder a una aplicación solo desde una estación de trabajo determinada.

Otro cambio significativo que está ocurriendo en las organizaciones tiene que ver con la disminución en la complejidad de las aplicaciones utilizadas en las unidades de negocio a medida que más y más funcionalidades son entregadas por los servicios centrales gracias a la nube.  Las unidades de negocio dejan de ser totalmente autónomas en TI y pasan a ser centralizadas y semi-autónomas.

En realidad, la nube es una tecnología habilitadora que se pone en una posición única para producir cambios de paradigmas relacionados con el trabajo, la vida personal y la sociedad. Una de las áreas donde juega un papel fundamental es en la llamada Internet de las Cosas (IoT) que sin duda acelerará en forma importante los procesos de automatización. Las casas inteligentes (Smart Houses), las ciudades inteligentes (Smart Cities), las ventas y la publicidad basada en la ubicación, etc.

Los aumentos de productividad generados por el computador personal en los 80’s se hicieron ver en forma importante en los 90’s cuando la mayor parte de las personas y las organizaciones las incorporaron en forma masiva. La nube hace posible que una buena idea de automatización o de negocio pueda hacerse realidad sin invertir en costosa infraestructura y partir desde una escala muy pequeña que se irá agrandando si la iniciativa es exitosa. Se hace más fácil atreverse a probar.

El mundo realmente se ha globalizado y los negocios deben ser pensados a escala mundial. Esto pone un requisito de escalabilidad que en la era de la nube puede ser respondida sin problema gracias a la elasticidad instantánea y a poder pagar en base a lo utilizado.

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