EDITORIAL
Claudia Halabí, Directora de Educación Profesional de Ingeniería UC.
Ph.D. en Economía, U. de Georgia. Ingeniero Comercial y Economista, U. de Chile.

Los niveles de estrés de los chilenos han aumentado en pandemia” fue uno de los titulares del cuerpo B de El Mercurio del pasado sábado 27 de noviembre, afirmación que realizó el académico de Harvard, Dr. Tal Ben-Shahar. Su declaración textual, en el marco de una asesoría a la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) fue:

“Los niveles de estrés han aumentado de manera significativa en Chile, la salud mental de los empleados está sufriendo y, más que cualquier cosa, las personas se sienten perdidas”.

En forma preliminar, el doctor en Psicología y experto en felicidad ha ofrecido recomendaciones a las empresas y a los mismos trabajadores. Por ejemplo, que los líderes escuchen más a las personas de su equipo, que las organizaciones se preocupen de entregar un entorno seguro y que el mismo trabajador no suprima sus emociones y las comunique de alguna forma.

Vale la pena complementar lo anterior con algunas reflexiones. Por muchos años y culturas se ha escuchado el refrán “siempre que se cierran las puertas, se abre una ventana”. Una forma de interpretarlo es la siguiente: Exceptuando situaciones catastróficas irremediables, como una enfermedad inhabilitante, la cercanía a la muerte propia o de algún ser cercano, a pesar de lo que nos esté sucediendo, siempre es posible buscar y encontrar la manera de salir adelante con positivismo, cabeza y actitud.

Para encontrar esa ventana, vale la pena tener presente que todas las personas, sin excepción, tenemos problemas. Algunas con mayor tolerancia para sobrellevarlos; otras, con una tolerancia limitada, pero para nadie existe la vida perfecta. También es valioso aceptar que siempre es posible encontrar algo para agradecer y sentirse mejor: familiares, amigos, un techo, alimentos, un paisaje, una buena salud, conocimientos, lectura, recuerdos. Sin embargo, generalmente la mente humana se autorestringe y nos limitamos, sin darnos cuenta, sin mirar a nuestro alrededor. Si no trabajamos conscientemente para que eso no ocurra, nos quedamos en lo mismo, sin “salir de la caja”, conformándonos con lo que nos llega, y lamentándonos por lo que no nos llega.

¿Por qué, entonces, no trabajar internamente nuestros pensamientos e impulsos para resistirnos a cualquier reflexión negativa y obligarnos a mirar más allá, con positivismo, cabeza y actitud? Es cierto que uno puede estar sobrepasado de problemas, de situaciones amenazantes o de historias cercanas tristes o complicadas. También es cierto que el futuro incierto amedrenta. Pero el pesimismo, el negativismo, o el autorizar en nosotros un estado de ánimo improductivo y sin control no conduce más que a navegar en lo mismo, a vivir en la autocompasión o inmersos en una gran resignación. Solo si nos lo proponemos en forma consciente, es posible combatir esos estados de ánimos conformistas y supeditados. Como dijera una vez el director de cine británico, Laurence Olivier, la experiencia es algo que no consigues hasta justo después de necesitarla.

No vale la pena permitir el estrés, ya que la vida es corta. Mejor preguntarse: ¿por qué no distraer la mente aprendiendo algo nuevo, esforzándonos por lograr una habilidad que no nos es fácil y apostar por gozar los probables frutos de esa apuesta, además de la satisfacción personal de haberlo logrado? Si hay algo en la vida que jamás nos da vuelta la espalda es nuestra dotación o capital individual y propio. Vale la pena trabajar por ello.

Muchas veces es mejor cerrar los ojos ante esos problemas que no podremos solucionar y permitir en nosotros la ambición, la esperanza, la confianza y la perseverancia. Respecto a esto último, no sólo hay que desear con fuerza poseer o lograr algo, sino que hay que autoconvencerse de que, con esfuerzo, confianza, estrategia y paciencia, aunque nos demoremos, lograremos cualquier cosa que nos propongamos: positivismo, cabeza y actitud. “Se por experiencia que si me falta algo puedo conseguirlo si voy tras ello, pero jamás espero a que me caiga del cielo” afirmó el escritor y periodista norteamericano Sam Levenson.

En esta vida sólo nos puede frenar una enfermedad inhabilitante o la muerte. Mientras tengamos la suerte de no encontrarnos en tal devastadora situación, no hay razón para no soñar en vivir lo que deseamos. Por qué conformarnos con el “desde” si podemos lograr el óptimo. Al final, todo está en nuestro positivismo, cabeza y actitud. Tal como dijera la escritora francesa, François Sagan, solo cerrando las puertas detrás de uno, se abren ventanas hacia el porvenir.