Columna de Pedro Bouchon, Vicerrector de Investigación UC y presidente del Consejo Directivo del Centro de Innovación UC. La publicación original fue realizada el 19 de enero en El Mercurio.
En pocos meses, todos los sectores productivos del país han tenido que asumir condiciones altamente disruptivas, producto de la pandemia por covid-19. En cierta manera, el impacto de la emergencia sanitaria ha sido un verdadero gatillo para procesos de innovación, poniendo a prueba la capacidad de adaptación de las economías del mundo. La transformación digital constituye uno de los desafíos ampliamente acogidos, si bien no era del todo nueva para las organizaciones, este año se ha acelerado por las condiciones de operación remota. En la Universidad Católica la estamos abordando con fuerza y constituye uno de los pilares de nuestro plan de desarrollo.
Comprendemos como transformación digital el proceso en que la productividad comienza a depender fundamentalmente del control de la información, a través de tecnologías digitales y modelos de negocio. Es importante considerar que su valor no ha aumentado por el desarrollo de software, sensores, u otros equipos de captura y análisis de datos, sino por la sofisticación de procesos y mercados, al punto que son recursos habilitantes para la mejor toma de decisiones y, sin duda, redefinirá la oferta de varios negocios. A su vez, es un proceso integral, que conlleva un cambio: cultural y organizacional, que incluye personas, procesos y estrategia. Por ende, no es responsabilidad de solo un área, es un cambio corporativo que muchas veces no se asimila como tal. En efecto, como indica el estudio «Transformación Digital en Empresas Chilenas», realizado por el Centro de Innovación UC con el apoyo de Corfo, si bien el 70% de las empresas de la muestra dice contar con una estrategia formal, al mismo tiempo, casi la mitad de las empresas no cuenta con una estructura organizacional adecuada y/o áreas exclusivas vinculadas a la materia.
Esta transformación digital, que realmente corresponde a una transformación cultural, demanda una evolución del liderazgo y de las capacidades requeridas que obliga a las empresas a preguntarse ¿de dónde vendrán los próximos profesionales?, ¿cuál es el abanico de niveles de formación que se requiere integrar?, ¿con quién vamos a competir en el mercado del talento?, ¿cómo nos va a desafiar la competencia global?, entre varias otras interrogantes, y requiere anticipación y flexibilidad. Gracias a la existencia de evidencia empírica, hoy las organizaciones pueden comenzar a tomar mejores decisiones. La disrupción digital es un proceso de cambio complejo y veloz, que abarca distintos niveles en todo tipo de industrias, por esta razón resulta difícil determinar un solo camino a seguir para abordarla de manera exitosa. Lo que sí podemos asegurar es que es muy relevante comenzar el proceso de transformación por las personas.
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