EDITORIAL
Claudia Halabí, Directora de Educación Profesional de Ingeniería UC.
Ph.D. en Economía, U. de Georgia. Ingeniero Comercial y Economista, U. de Chile.

¿Cómo pueden contribuir los gobiernos al progreso económico y social de forma permanente a través de las organizaciones (públicas y privadas)? No somos pocos los que pensamos que la respuesta está en lograr incrementos en la productividad de las industrias donde el país tenga ventajas comparativas, que son aquellos sectores donde sea posible producir a un menor costo de oportunidad que otros países competidores.

¿Y cómo se logra ese incremento en productividad? Para esta pregunta hay muchas respuestas, pero hay dos que no pueden quedar fuera: personas más capacitadas y mejoras tecnológicas.

Respecto al primer punto, cuando la población de un país se perfecciona, se contribuye no solo a la productividad de las organizaciones donde estas personas se desempeñan, sino que también al progreso económico social, que es transversal a todos. Las empresas crecen, al mismo tiempo que se comprometen más con sus colaboradores, quienes se empoderan en sus roles. Se fortalece la cultura organizacional en pro de relaciones bilaterales positivas entre empresas y trabajadores, entre otras cosas. En pocas palabras, mejorar la productividad de las empresas es un camino robusto para avanzar hacia un mayor nivel de desarrollo.

El aumento en la productividad total de las empresas se entiende, para estos efectos, como una mayor proporción de alguna medida que aproxime la producción total, sobre alguna que abarque los factores de producción utilizados, lo que puede ocurrir gracias a mejoras en eficiencia (ya sea eficiencias técnicas o en la asignación de recursos), o por mejoras en la tecnología.

El desarrollo o progreso económico social (objetivo que sin duda es transversal a todos los sectores) es mucho más que el crecimiento económico, siendo este último solo un indicador cuantitativo que reporta el incremento del ingreso de una nación, medido por el mayor valor de los bienes y servicios que se producen en su territorio.

El desarrollo o progreso económico social es un indicador mucho más completo y difícil de medir: además del crecimiento económico, abarca dimensiones como la distribución del ingreso e indicadores más cualitativos, como el impacto ambiental, la mejora en el estándar y calidad de vida de las personas, el mayor acceso a diversos beneficios sociales por parte de todos, como salud y educación, entre otros.

Políticas económicas que promuevan el perfeccionamiento de los trabajadores de un país o que fomenten la incorporación de mejoras tecnológicas en las empresas, pueden acercar a esa nación al desarrollo económico en su amplio alcance, incluso a través de los negocios privados, si se hace con ese horizonte.

Un interesante artículo “The business foundations of social economic progress”, publicado por los economistas C.A. Knox Lovell y Pau Turon en la revista académica Business Research Quarterly (octubre 2018), se refiere en parte, a este tema. Los autores postulan que un negocio crearía valor social y, por lo tanto, contribuiría al progreso económico social, al darse 3 condiciones:

1. El negocio debe crear valor privado. Sin crecimiento en productividad, no se crea valor. Un negocio contribuye al progreso económico y social siempre que el incremento en productividad genere valor privado. Esto puede asemejarse al crecimiento económico.

2. Que este valor privado sea distribuido de forma balanceada entre los stakeholders (partes involucradas): clientes, trabajadores asalariados, oferentes, inversionistas, el mismo negocio y el Gobierno. Para contribuir al progreso se requiere que cada uno de estos mismos grupos, que son los que contribuyen a la creación de valor, se beneficie del crecimiento en productividad. Por ejemplo, los clientes, a través de menores precios y, los asalariados, a través de mayores remuneraciones.

Respecto a este punto, podría ocurrir que, incluso si se distribuye balanceadamente el valor entre aquellos que lo crean, no se garantiza que el negocio reduzca la desigualdad económica. Sin embargo, hay literatura que apoya el que las desigualdades disminuyen cuando hay progreso económico y social, y el efecto de una menor desigualdad, entonces, podría venir por esa vía. Si la productividad de los trabajadores aumenta, su poder negociador es mayor para alcanzar mejores salarios o, incluso, las empresas pueden competir por sus servicios. Nuevamente, la vía es la experiencia (por supuesto), pero también la capacitación que los hará más productivos. Todo esto, sin entrar en temas políticos, sino que sólo observando la relación entre productividad, empleo, remuneraciones y creación de valor.

3. El negocio debe generar beneficios sociales mayores a los costos sociales que ocurren por su operación. Por ejemplo, la calidad del medioambiente. Toda actividad genera externalidades positivas y negativas, es decir, costos y beneficios sociales distintos que los privados. Eso es inevitable. Pero la condición que Lovell y Turon postulan, es que en el neto haya un resultado positivo.

En síntesis, si tuviéramos que fortalecer algunas medidas económicas para avanzar hacia el desarrollo, impulsar el progreso social y promover el crecimiento inclusivo, una estrategia ganadora sin duda sería apoyar a las empresas, especialmente las emergentes y/o más pequeñas, para implementar tecnologías de punta; así como también ampliar y extender políticas que perfeccionen a todo nivel a los trabajadores del país, a través de la capacitación, educación y entrenamiento.