Fuente: Pulso

Por Hernán de Solminihac, Jefe de Programa del Diplomado en Administración y Dirección de Proyectos. Director de Clapes UC.

Hace casi un año, la tarde del 18 de octubre (18-O), en la Dirección de Vialidad del Ministerio de Obras Públicas revisando algunas metodologías para identificar las zonas prioritarias con necesidad de infraestructura vial. La idea era avanzar en cómo potenciar a los territorios extremos y rezagados del país en su desarrollo y crecimiento económico, ambiental y social.

Recuerdo que en la reunión de trabajo participaron dos jóvenes investigadores, quienes iniciaban su vida laboral. Ambos estaban contentos y motivados con sus aportes para avanzar en materia de reducción de pobreza y desigualdad. Sin embargo, esa sensación se vio opacada por las imágenes de violencia, vandalismo y destrucción ocasionada por el estallido social.

A unas semanas del Plebiscito Nacional del 25 de octubre, es necesario reflexionar sobre lo ocurrido esa noche del 18-O, separando las demandas ciudadanas con los hechos de violencia y destrucción. Esto, porque las necesidades sociales requieren que actuemos pronto y responsablemente, pensando en el bien común y en las futuras generaciones.

La violencia y destrucción son caminos que requieren ser aislados, porque no contribuyen a lograr un bienestar. Al contrario, generan más gasto público destinado a reconstruir en vez de construir, reduciendo los recursos para la salud, educación, cultura y nuevas obras públicas, entre otras.

En paralelo, dichos caminos provocan incertidumbre en la inversión y afectan el crecimiento, lo que impacta directamente en los empleos, clave en el sustento económico de las familias.

Hoy más que nunca debemos entre todos recuperar los empleos perdidos, cuidar nuestra infraestructura y recuperar el bienestar. No podemos permitir más destrucción, debemos lograr que las expresiones y manifestaciones sean pacíficas, y que se puedan canalizar a través de un plebiscito participativo.

No cabe duda que la forma en cómo enfrentemos los próximos pasos y acuerdos, será clave en recuperar la confianza, la senda del desarrollo y el bienestar social. El desafío requiere, entonces que actuemos con compromiso y responsabilidad, pensando en construir en vez de reconstruir.

Asimismo, esperamos que esos dos investigadores que iniciaban su vida laboral hace un año, así como los demás jóvenes que hoy se abren camino, tengan las oportunidades para continuar aportando al desarrollo del país, a la reducción de pobreza y la desigualdad.