EDITORIAL
Shakti Feuerhake, Subdirectora Académica de Educación Profesional Ingeniería UC y Subdirectora del Magíster en Analítica para los Negocios. Arquitecto y Magíster en Desarrollo Urbano, Universidad Católica.

Un bootcamp, tal como se desprende de su traducción literal “campo de entrenamiento” y de sus primeras apariciones históricas vinculado a entrenamientos militares alrededor del 1900¹, o de su masificación como entrenamiento físico, en grupo y al aire libre en la década de los 90´s²; conjuga, al menos, dos variables: práctico e intensivo.

Hoy, el término se ha ido abriendo un nuevo espacio en rubros ajenos al entrenamiento físico o deportivo, pero combinando las mismas variables.

Según una publicación del Banco Interamericano del Desarrollo (BID)³, los bootcamps (en su nueva concepción), surgen en Estados Unidos alrededor del 2011 en respuesta a la creciente y abundante demanda de capacitación en el área de la programación y comparten algunas características como:

– Son intensivos, en su mayoría de corta duración.
– Basan el modelo de enseñanza en el aprendizaje práctico y en casos reales.
– Están alineados con las necesidades y tendencias de la industria, gobierno y/o sociedad.
– Mezclan la enseñanza de habilidades digitales con las socio-emocionales (trabajo en equipo, aprender a aprender y resolución de problemas, por ejemplo).

La propuesta no es novedosa en el sentido que otras disciplinas usan también el aprendizaje intensivo y práctico, por ejemplo, el área de la medicina (pasantías, internados), la arquitectura o arte (workshops, talleres) y seguramente otras; pero si es innovadora al extenderse a nuevas áreas del conocimiento (específicamente en computación) y poner en valor el concepto del entrenamiento aplicado y concentrado como una alternativa muy atractiva para las necesidades actuales de la fuerza laboral.

Tenemos poco tiempo, buscamos desafíos concretos y alcanzables, tenemos necesidades específicas que significarán una mejora en nuestro desempeño.

Si miramos el panorama de oferta de bootcamps, los hay de muy diferente magnitud y trascendencia. Por ejemplo, una alta dedicación horaria durante 6 meses que te permitirá dar un giro 180º a tu profesión y transformar tu futuro, con conocimientos nuevos y habilitadores para trabajar en un área que no manejas.

En el otro extremo, podemos encontrar algunos muy específicos, donde en dos semanas serás capaz de comprender un lenguaje o tecnología que hasta ahora no dominabas y llegar a un nuevo punto de partida en tu rubro. Más largos o más cortos, siempre son intensivos en el sentido de ser comprimidos, compactos y aprovechan al máximo el tiempo que se vaya a destinar.

Por otra parte, todos son prácticos y basados en ejemplos o casos, “ensuciándose las manos” para efectivamente aplicar las enseñanzas y lograr un aprendizaje efectivo y profundo. Hoy queda completamente obsoleto aprender sin ejercitar. Es ir al campo de entrenamiento y pasar por los ejercicios para llegar a la meta, para entrenarte y terminar el ciclo con algo que no tenías al inicio. Mejor aún si es en grupo y de forma presencial o sincrónica, para poder conjugar las ganancias del roce social entre participantes, de la formación de redes y del trabajo en equipo.

En Educación Profesional queremos implementar este formato. Nuestro primer programa del tipo es “Aprende Python”, en dos semanas, sin conocimientos previos y en la UC. ¡Anímate! y ven a entrenar con nosotros.

¹ «Boot camp». World Wide Words, Peter Needham. En: http://www.worldwidewords.org/qa/qa-boo4.htm
² “Going Back to the Basics With Calisthenics”, Carol Krucoff (1998). En: https://www.latimes.com/archives/la-xpm-1998-jun-22-he-62349-story.html
³ Banco Interamericano del Desarrollo (BID), “Los Bootcamps llegaron a América Latina”, de Oscar Hernández en: https://www.iadb.org/es/mejorandovidas/los-bootcamps-llegaron-america-latina